El viernes pasado se escenificó un desencuentro entre el Comité de Gestión de Cítricos y quienes representamos a la producción, lo que pone en entredicho el propio rol y me atrevo a decir que la continuidad de la Interprofesional Citrícola Española de la naranja y la mandarina. Pero esto no es un tema nuevo y la realidad es que poco nos sorprende a aquellos que llevamos años trabajando para mejorar la sostenibilidad, rentabilidad y trazabilidad de la citricultura de la provincia y de la Comunidad.
La razón del desencuentro viene por la falta de voluntad de llegar a acuerdos en pro de unas relaciones comerciales justas para todas las partes. Estamos en el siglo XXI, en la era de la digitalización de todas las actividades ligadas a cualquier sector económico. No se puede seguir vendiendo naranjas pesadas en arrobas como en el Medievo, con descuentos injustificables, con clasificaciones y destríos no comerciales valorados sin la presencia del agricultor, con contratos en los que no se distingue la base imponible del IVA.

En este 2024, los agricultores tenemos la obligación de registrar toda nuestra actividad en un cuaderno de campo digital con base en el Ministerio de Agricultura, de forma continua, de tal modo que cada cosa que hagamos estará fiscalizada y controlada por la administración. Esta nueva forma de desarrollar nuestro trabajo, que nos supone un gran esfuerzo de adaptación y de recursos, curiosamente contrasta con el retroceso de quienes quieren poner nuestras naranjas en los mercados de cualquier parte del mundo con unos contratos que justamente van en contra de esas naranjas y de sus productores.

No se nos puede culpar de vetar una promoción cuando ni siquiera se respetan nuestros derechos a la hora de vender lo que producimos. Necesitamos que el sector sea rentable, pero que lo sea en su conjunto. Pedimos respeto y ecuanimidad para todos los eslabones de la cadena alimentaria. Los productores de cítricos no podemos hurgar en nuestros bolsillos vacíos y al mismo tiempo contemplar atónitos en nuestras teles campañas que glorifican nuestros cítricos, pero que no nos repercuten de ningún modo. Ese no es el camino y por eso volvemos a decir no, no a una promoción que dé la espalda al agricultor, y sí a una promoción integral del sector arreglando previamente los problemas internos que suscita el contrato de compraventa, con una extensión de norma que garantice la viabilidad del proyecto.

Son muchas las amenazas que tiñen de gris nuestro futuro más inmediato: la competencia desleal de terceros países, las nuevas plagas y enfermedades que ya están arruinando otras regiones citrícolas, la falta de controles en las fronteras, el reiterado incumplimiento del tratamiento en frío. ¿Qué sentido tiene incentivar el consumo si no se lucha por los ingresos de quien produce? ¿No va primero una cosa y después la otra?

El Comité de Gestión de Cítricos debe comprender que dialogar no implica imponer, y que la Interprofesional necesita conexión y acuerdos integrales. Claro que la promoción es importante, pues es innegable que tenemos que mejorar el ratio de consumo. Sin embargo, queremos que se aplique la Ley 16/21 de Mejora de la Cadena Alimentaria, necesitamos un cambio de cultura que abogue por la transparencia y el equilibrio. Esto sí es urgente, porque lo primero va delante y el resto, detrás.
El comercio debe hacer memoria y recordar que si sus empresas cogieron magnitud fue porque había cientos de miles de pequeños citricultores valencianos que con mimo cultivaban sus naranjas. Esos pequeños hoy son menos, muchos menos, y cuando desaparezcan también lo harán los comerciantes. Aunque parece que, últimamente, la estrategia de los comerciantes sea que el agricultor abandone para hacerse ellos con el manejo de las mejores fincas.

Con esto, queda bastante claro que el camino de la prosperidad es el que incluye, nunca el que excluye. Y que el éxito de la promoción de la naranja valenciana solo conoce el camino del diálogo y la unidad del sector con el objetivo final de mejorar los ingresos de los agricultores, del comercio y de las cooperativas. Para ASAJA Alicante, todo lo que vaya en otro sentido serán errores, quizá irreparables, que tarde o temprano acabará pagando toda la cadena, incluso el consumidor.

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