Todos conocemos el «efecto mariposa», proverbio chino que dice que el imperceptible movimiento de aire que provoca el vuelo de este lepidóptero puede desatar un huracán en la otra parte del mundo. Sin embargo y por desgracia, nos estamos acostumbrando a lo contrario, a que la voz de miles de personas sea imperceptible para los políticos que dirigen los designios de España o de la Unión Europea.

Estaban los pocos ganaderos de extensivo que quedan en España luchando por sus intereses ante la protección que se le estaba dando al lobo, sin que nadie les hiciera caso, hasta que el año pasado, en septiembre, un poni que pastaba tranquilamente en un prado del noroeste de Alemania murió devorado por un lobo que buscaba saciar su instinto animal. Pero este no era un lobo cualquiera; a Wolf GW950m le conocía toda la vecindad. Tampoco el poni que murió a dentelladas aquella noche era como cualquier otro; era Dolly, la mascota de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von Der Leyen, que llevaba en la familia treinta años.

En las semanas posteriores a la aparición del cadáver, Von Der Leyen ordenó a los técnicos comunitarios que se replantearan el riesgo que los lobos generaban sobre el ganado y las personas en entornos rurales. Al final, se inició un proceso judicial contra este ejemplar y fue condenado a muerte, de forma que le podían dar caza durante una semana por sanguinario. Más allá de la rocambolesca sentencia, de poco le valió a este lobo la protección que la Unión Europea le había otorgado hasta que eligió la presa que no debía comerse. Igual que de nada sirvió el huracán de protestas de los miles de ganaderos que han visto como el lobo no se comía sus mascotas, sino su forma de vida, hasta que un solo lobo se comió al poni que no debía.

Pues bien, Wolf está siendo como la mariposa que aletea en Japón y provoca una tormenta en Nueva York. Este lobo puede ser el detonante del cambio de muchas políticas de la Unión Europea que atentan gravemente contra la prosperidad y el futuro de millones de ciudadanos europeos. La misma Úrsula Von Der Leyen ha pedido revisar la política de protección del lobo por si pudiera ser excesiva.

Esta curiosa historia manifiesta cómo las políticas arbitrarias dificultan el trabajo y la productividad del campo, hecho que sumado a las consecuencias del cambio climático está poniendo en graves dificultades a los agricultores y ganaderos. La reducción del 50% del uso de fitosanitarios para el 2030, el encarecimiento de fertilizantes, el castigo fiscal, los eco-regímenes, la condicionalidad ambiental y el bienestar animal nos castigan por una sencilla razón. Ahora es más caro producir y por eso producimos menos. Y esto ya empieza a afectar al consumidor, a cada uno de los ciudadanos europeos, y muy en particular de los españoles, donde la alimentación básica siempre había sido barata, variada y de calidad, sobre todo en lo que frutas, verduras, leche y carne respecta.

Siento anunciar que esto se está acabando y estamos asistiendo a un cambio lento, pero rotundo de esta tendencia. La comida en España seguirá siendo muy buena, pero ya no podremos presumir de que sea asequible para todos los bolsillos. Y lo peor de todo es que este incremento no mejorará la rentabilidad en el campo, ni mucho menos.

Los agricultores y ganaderos cumplimos nuestra labor y nos valemos de una serie de recursos para poner en la mesa lo que se come cada día. Cada nueva norma u obligación que nos imponen se transformará, como lo hace el vuelo de la mariposa, en un huracán contra la propia sociedad.


Quiero dejar claro que estamos de acuerdo en proteger la naturaleza y el medio ambiente, ¿Cómo no lo íbamos a estar? Es nuestra casa y nadie quiere dañar su hogar. Pero no podemos admitir políticas que con la bandera del ecologismo o la protección a ultranza nos imponen prohibiciones no justificadas desde el punto de vista sanitario o ambiental.

Ayudar y proteger al sector primario es ayudar y salvaguardar a la sociedad en su conjunto, sobre todo a los más débiles. No queremos más lobos que se coman a ponis para que tengamos que reaccionar y darnos cuenta de que estamos acabando con el principio de donde nace todo: el campo.

José Vicente Andreu, presidente de ASAJA Alicante

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