A los agricultores alicantinos nos sobran razones para asistir a la manifestación en Madrid en defensa del mundo rural de este domingo 20 de marzo. Tras muchos años de amenazas y persecuciones, los sucesivos gobiernos han conseguido llevarnos al borde de la desesperación y el abandono. Esta manifestación es una llamada de auxilio para paliar la agonía que está sufriendo nuestro sector.
Hemos sabido hacer frente a la escasez de agua endémica que sufre nuestra región con una gran inversión en infraestructuras, a cuenta del bolsillo y del endeudamiento de los agricultores. Esta apuesta se realizó con la garantía de contar con el agua procedente del trasvase Tajo-Segura, una obra que también estamos pagando los agricultores del Levante desde hace más de cuarenta y dos años y que hoy en día está más cuestionada que nunca.
Hoy se cierne sobre nosotros la amenaza de perder la mitad del volumen de agua que puede venir del Tajo por un aumento desmedido y sin justificación avalada técnicamente, en los caudales ecológicos del nuevo plan hidrológico del río. Una adversidad impuesta por la hoja de ruta de la ministra Teresa Ribera que pretende dejar el trasvase Tajo-Segura exclusivamente para abastecimiento urbano y que los regantes paguemos el negocio de la desalación. Una desgracia que no viene sola, sino acompañada de un sinfín de males: la subida de precios de los fertilizantes, de la energía, de los combustibles; la competencia desleal de terceros países que producen en condiciones sanitarias y laborales muy inferiores a las reguladas en la Unión Europea; la introducción de plagas en nuestros cultivos por la entrada de productos extranjeros; las inundaciones; los periodos de sequía… El etcétera es, por desgracia, también muy largo.
Porque estamos viendo en la actualidad cómo afecta a nuestro país la falta de cereal o de aceite de girasol procedente de Ucrania. En un abrir y cerrar de ojos ha llegado la escasez a nuestro sector ganadero, sin pienso para sus animales, y a nuestra hostelería, nuestra industria alimentaria y nuestro turismo, que se quedan sin aceite de girasol. Cualquier desabastecimiento en la cadena afecta a nuestra economía y nuestro bienestar.
No hemos sufrido todavía ningún episodio similar con nuestras frutas y verduras. No ocurre porque contamos con un sector agrario sólido en nuestro país. Tenemos la suerte de tener productos de calidad, seguros y cercanos, pero estos valores no parecen tener ningún valor para los dirigentes políticos, que una y otra vez atacan a la huerta del Levante en su línea de flotación. En vez de protegerla, el Gobierno fomenta una “Transición Ideológica” basada en dogmas y doctrinas ecologistas de nivel extremo y sin base científica.
Tendremos que esperar a ver la desaparición de nuestra huerta, la Huerta de Europa, para lamentarnos después por la entrada de productos contaminados sin control sanitario, como ha ocurrido esta semana en una operación policial llevada a cabo en Barcelona, Alicante y Murcia, o a que los productos de terceros países se vendan al mejor postor y nos quedemos sin la base fundamental de nuestra dieta mediterránea. Ya hemos vivido estas situaciones con mascarillas, respiradores y material electrónico, pero lejos de aprender de estas lecciones, seguimos arriesgando el bienestar de la nación y el futuro de todo un sector que emplea a más de cien mil familias.
El regadío sostenible crea riqueza y empleo y genera importantes servicios y beneficios a la naturaleza, a las personas y proporciona un valor ambiental que perdura. Lucha contra la desertización y la despoblación rural. Es sumidero de CO2 y, sobre todo, garantiza el abastecimiento en un futuro que se prevé de crisis alimentaria.
Si el Gobierno no sabe verlo o no quiere oírlo, tenemos que hacérselo ver y gritarlo todos juntos el domingo 20 de marzo en Madrid. Tu voz se tiene que unir. El momento de actuar es ahora. Así lucharemos por nuestras familias, por el futuro de nuestro sector y por el bienestar de todos los españoles.
Javier Berenguer
Pte. Riegos de Levante Margen Izquierda