“Per a ofrenar noves glòries a Espanya…”. Así empieza el himno de la Comunidad Valenciana estrenado durante la Exposición Regional de 1909. Sin duda, toda una declaración de intenciones, un golpe sobre la mesa, un grito que expresa lo que es nuestra tierra. Una tierra y una gente al servicio del bien común de toda la nación. Era el inicio de un nuevo siglo precedido por el Desastre del 98, fecha que dio nombre a una gloriosa generación de escritores de la lengua castellana, pero que a su vez fue una de las más catastróficas de la ya no tan reciente historia de España. La pérdida de Cuba y Filipinas y la destrucción de la Armada Española en la Bahía de Santiago por la acción militar de Estados Unidos dejaron a un país sumido en la miseria y depresión. Ante tal panorama, las tierras valencianas ponían una nota de color en positivo. Sus huertas y artesanos aportaban riqueza y divisas en una incipiente actividad comercial de exportación. Precisamente eso refleja nuestro himno, una pieza musical que evoca la alegría de vivir y la solidaridad de los valencianos con el resto del país.
Lo del día 29 de octubre era una crónica anunciada. Los expertos sabían que iba a ocurrir, solo faltaba poner fecha. Un tsunami de lodo y muerte arrasó el corazón de nuestra comunidad, de repente, sin que nos diéramos cuenta, sin tiempo de poner a buen recaudo vidas y haciendas. De forma inmediata, a las pocas horas nos llegó otro tsunami: el de la pelea política por librarse de responsabilidades los unos y acusar a los otros. Mientras, aún quedaban miles de personas por rescatar, sin hablar de los fallecidos. La «gallera» política hervía en las redes sociales y medios de comunicación, con cruce de acusaciones. Y los ciudadanos, todos, no dábamos crédito a las noticias que nos llegaban de los pueblos afectados. No puede ser, pero fue, y mucho peor de lo que los informativos transmitían. ¡Cuántos errores hemos cometido como sociedad! ¡Cómo no se han ejecutado las obras que sabíamos que debían ejecutarse! Porque no han sido dos o tres horas de retraso, han sido veinte años de dilaciones injustificadas e injustificables por no haber hecho la presa en Cheste y los proyectos de mejora hidráulica en los barrancos a fin de salvaguardar a la sociedad valenciana.
En mi experiencia en el ámbito de ASAJA y órganos de gobierno de comunidades de regantes, tengo clara una cosa. Hay una falta notable de gestión de los recursos hídricos por parte del Gobierno central. No tenemos un plan integral que incluya infraestructuras y acciones para afrontar el cambio climático. Pasamos por inundaciones devastadoras al igual que por episodios de sequía prolongada con gran impacto a nivel económico y social. Aquí lo que hay es un problema de gobernanza. No hay previsión. No hay rumbo. Y luego, pasa lo que pasa.
Hemos fallado todos, incluidos los gobiernos del Estado desde 2004. La primera interpelación de Compromís en 2018 a la ministra Teresa Ribera, tras su toma de posesión, fue justamente sobre las mejoras hidráulicas de los barrancos del área metropolitana de Valencia. Está claro que al actual Consell le faltaron reflejos y medios para afrontar el inicio de la catástrofe, pero eso no puede exculpar de responsabilidades al Gobierno del Estado. No podemos admitir que la respuesta a la DANA sea un linchamiento político. ¿Qué está pasando? Las víctimas y los afectados por esta catástrofe se merecen otra respuesta. Ante la magnitud de la tragedia solo cabe una respuesta: unidad por la recuperación de las vidas rotas, tiendas anegadas y empresas arruinadas. No podemos permitir que una catástrofe tan colosal quede relegada a una disputa política.
Los valencianos nos merecemos más. Somos un pueblo que lleva en su himno la solidaridad como bandera. Es tiempo de urgencia en la recuperación, no de políticos jugando a quién gana. Es tiempo de unidad, es tiempo de “tots a una veu, germans, vingau”.
José Vicente Andreu, presidente de ASAJA Alicante