«Si me ves, llora. 1417». Este grabado reposaba sobre una piedra en el lecho del río Elba, inaccesible y desapercibido, hasta que la gran sequía que afectó al centro de Europa en agosto del año pasado sacó a relucir el misterioso mensaje. Sin embargo, este caso no es algo aislado, pues son muchas las piedras de este tipo que se descubren cuando no llueve y baja el nivel de los ríos hasta mínimos históricos. Se les conoce como las “Piedras del Hambre”, pues en sus escritos presagian malas cosechas y hambrunas tras estos fenómenos meteorológicos que se suceden en aquella zona cada diez o veinte años.
De sequías en España también entendemos lo nuestro, pero aquí nunca nos había tocado conocer de cerca estas temidas piedras. En Centroeuropa los ríos son distintos a los nuestros, porque otra es su orografía y allí llueve mucho; el territorio es muy llano y los ríos poseen gran caudal, hasta el punto de que parecen más lagos que ríos, pues allí se navega y son una vía de comunicación para el comercio y las personas.

España es el país más montañoso de Europa y el que presenta más lluvias de carácter torrencial, hechos que, unidos, hacen de nuestros ríos cauces por los que discurre el agua a considerable velocidad y con gran estacionalidad, con largos periodos de estiaje y notables variaciones de caudal. Por tanto, ver los cauces casi secos es algo a lo que estamos acostumbrados. Y por ello grandes ingenieros como Manuel Lorenzo Pardo realizaron una planificación hidrológica que incluyó la construcción de algunos miles de embalses, con el objetivo de retener y regular el agua, reducir los periodos de estiaje y desestacionalizar dentro de un orden el caudal de los ríos.

Las bases para el desarrollo social y económico que España ha tenido a final del siglo XX y principio del XXI se la debemos a la planificación hidrológica que se acometió durante la II República y que se hizo efectiva en la dictadura e inicio de la actual etapa política con la llegada de la democracia.

Nuestras «Piedras del Hambre» no están en el fondo de los ríos; son las que están en el fondo de nuestros embalses y que por desgracia nos estamos acostumbrado a ver con demasiada frecuencia por las malas decisiones políticas.
Hoy, todas las cuencas mediterráneas, con la excepción del Júcar y con la inclusión del Guadalquivir y el Guadiana medio, rozan la agonía. Las más amenazadas por la falta de agua representan el 31,65% de la población española y alimentan a más de 400 millones de europeos, pues producen y exportan más frutas y hortalizas al conjunto de Europa que Francia, Italia, Bélgica, Holanda y Alemania juntas.

Las comarcas seriamente afectadas por la aparición de las “Piedras del Hambre” de los embalses españoles nos están dejando sin aceite, sin naranjas, sin melones ni sandías en pleno verano, con frutas y hortalizas cada día más caras para el ciudadano de a pie. Y vengo a recordar que los responsables de todo esto no son la sequía o la falta de lluvia, sino los que acabaron con el trasvase del Ebro, los que quieren acabar con el Tajo-Segura y los que permanecen pasivos ante la agonía del Guadalquivir.

Con todo este panorama, desde ASAJA Alicante reclamamos un pacto de Estado por el agua, un acuerdo solidario que conlleve una gestión eficaz para sepultar las “Piedras del Hambre”, con el objetivo de disponer con certidumbre del recurso que necesitamos para vivir y prosperar como sociedad.

José Vicente Andreu, presidente de ASAJA Alicante

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