Hace unos días se escenificó en el Teatro Wagner de Aspe la firma del convenio regulador para la explotación del trasvase Júcar Vinalopó que tendrá validez durante los próximos diez años. Sin ser un experto en este género, la puesta en escena planteada para un acto de tal trascendencia me recordó a aquella de 1933 en el Teatro Principal de Alicante en la que Indalecio Prieto pronunció su famoso discurso en defensa del proyecto del Trasvase Tajo-Segura. En este caso, nada más lejos de la realidad.

Lo que debería haber sido un hito histórico para celebrar que tras 603 años las ansiadas aguas del Júcar empiecen a llegar a las resecas tierras alicantinas se quedó en un intento agridulce, más agrio que dulce. A los que conocemos la historia reciente de la conducción no nos hizo ninguna gracia que nos vendiesen una victoria tan colosal cuando en realidad nos estaban presentando una hoja de ruta repleta de incertidumbres.

De hecho, entre los asistentes aprecié más resignación que alegría, justo cuando tocaba lo contrario. Y es que la alegría se quedó por el camino de las múltiples vicisitudes, de las muchas decepciones e ilusiones frustradas en los últimos dieciocho años. El júbilo se perdió igual que los 80 hectómetros cúbicos de agua que nos iban a llegar desde la toma de Cortes de Pallás para dotar de agua a la sobreexplotación de los acuíferos.

En el Teatro Wagner había más drama que comedia, entre otras cosas porque faltaban actores clave en la función. Como representante de la cuenca cedente estaba solo el presidente de la Confederación Hidrográfica del Júcar, quien nos recetó la amnesia como medicina para superar los malos recuerdos de este anhelado trasvase, encomendándose a la frase «el pasado, pasado es». Y ciertamente “agua pasada no mueve molinos”, sin embargo, nadie nos dio ningún motivo para creer en un mañana mejor para las tierras alicantinas.

Porque lo que advertí en ese majestuoso templo, símbolo de las artes escénicas de la provincia, fue verdadera preocupación por el futuro. Se firmó un convenio que deja muchas incógnitas e incertidumbres por resolver. Después de unos 400 millones invertidos, casi veinte años perdidos, obras fracasadas como el embalse de San Diego y la toma de Cortes de Pallás en el olvido, parecía que nos querían convencer de que todo irá bien pese a que aún quedan por acometerse infraestructuras como plantas fotovoltaicas y tuberías del post-trasvase valoradas en 250 millones de euros y rehacer el inútil, por mal diseñado y ejecutado embalse, sin que nadie haya asumido responsabilidades. Perdón por la suspicacia, pero poco había por celebrar y muchos motivos para mirar con recelo aquella actuación.

En medio de todo este enredo quiero manifestar mi reconocimiento a la buena voluntad de la Junta de Usuarios del Vinalopó representada por Ángel Urbina, a quien en nombre de ASAJA Alicante agradezco el esfuerzo realizado, pero no por ello debo dejar de exponer las preocupaciones de los agricultores, como la necesidad urgente de reclamar nuevamente la doble toma.

Cuando la función llegó a su fin y las cámaras y focos se apagaron supe que, por lamentable que sea, lo del Teatro Wagner no fue un acto festivo, sino más bien el nuevo capítulo de un drama al que todavía no se le aventura un final feliz.

José Vicente Andreu, presidente de ASAJA Alicante

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