Valencia es una variedad de naranja de zumo que se cultiva en todo el mundo. Navelina, navelate, powel o midknight son las variedades de mesa que trabajamos en esta zona. Son un producto premium por su delicioso sabor, por su aporte de vitaminas, minerales y fibra y porque son fáciles de transportar y de consumir. La Comunidad Valenciana es el lugar de Europa, y probablemente del mundo, donde mejor calidad ofrecen por sus horas de sol, por la calidad de la tierra, por experiencia en su cultivo, por respeto al medio ambiente y por seguridad alimentaria.
Producir un kilo de naranja nos cuesta de media este año alrededor de 25 céntimos el kilo. Es por el agua, la electricidad, los sueldos y el diésel, que nos han subido tanto como al resto de ciudadanos y actividades productivas. Además, nosotros necesitamos fertilizantes, que son un 200% más caros que hace un año. Cuando están listas para cosechar, llegan y te dicen: “Te puedo dar 9 céntimos por la valencia y 12 por las de mesa”. Todo ello sin contar con el “descuento” obligatorio al que nos someten hinchando los volúmenes de destrío.
Si aceptamos, perdemos entre 13 y 16 céntimos por kilo, según la variedad. Exacto: nos cuesta dinero trabajar. Si nos negamos, directamente perdemos toda la inversión. Entonces te giras y ves que tienes decenas de miles de kilos de naranjas sin comprador colgando de los árboles, árboles que necesitas aligerar de peso para que sigan sanos y productivos para probar la temporada próxima ¡por si la cosa mejora! ¿Qué haces? Las dejas caer, las regalas, dejas que te las roben.
Los agricultores unidos bajo las siglas de ASAJA tratamos de defendemos. Hemos presionado para que se apruebe y sea efectiva la Ley de Cadena Alimentaria que prohíbe la venta a pérdidas. Por ahora es papel mojado: el Estado y Conselleria no han puesto los medios necesarios para hacerla cumplir. Ni inspectores ni contratos trazables, ni costes de referencia, ni sanciones ejemplares. La falta de rigor y compromiso de la Administración con la ley tiene una muestra clara: los precios de referencia que publica la Conselleria de Agricultura para orientar el mercado son más bajos que los costes de producción. Gracias por nada, señora consellera.
A los supermercados y cadenas de distribución no les preocupa, sólo quieren producto barato. Tienen contratos con empresas españolas de cítricos que a su vez importan producto de Marruecos, Sudáfrica y Egipto. Países que producen, con estándares muy distintos a los nuestros, millones de toneladas de naranjas durante todo el año. Sin control fitosanitario, sin transporte en frío para neutralizar plagas. Sin derechos humanos ni estrategias de sostenibilidad. Es competencia desleal. Naranjas hijas de la esclavitud. Colonialismo disfrazado de globalización que permite a las multinacionales comprar a precio de saldo y que hace que nuestros cítricos se queden en los árboles, sin acceso al mercado.
Vaya a su gran superficie de confianza. Verá naranjas a 1,5 o 2 euros el kilo. “Origen España”, leerá. En efecto, muchas de ellas son las que no tuvimos más remedio que malvender nosotros a 12 céntimos, sólo que a usted se las ofrecen 900% veces más caras. En medio sólo hay una “cadena alimentaria” que hincha el precio a base de afán de lucro, opacidad e impunidad. Pero además muchas de esas naranjas “españolas” no son nuestras frutas, sino las que vienen de terceros países. Mágicamente, al final de la cadena la normativa se vuelve laxa y permite a la distribución vender “origen España” cuando España realmente sólo es su destino o una de sus escalas. Estos cítricos llegan a Alemania, Francia o Escandinavia disfrazados de calidad mediterránea a un precio que ya pueden imaginarse. Es una estafa a productores y consumidores perpetrada año tras año con la aquiescencia de determinadas empresas exportadoras, la gran distribución y la administración nacional y europea. Se lavn las manos y cierran los ojos como Poncio Pilatos.
Lo más duro de todo esto es que este etiquetado tramposo, esta información parcial que también se presenta con la inscripción “envasado en España”, se produce en los almacenes de los exportadores y distribuidores que también compran nuestro producto. Son nuestros propios compañeros del sector agroalimentario valenciano y español quienes están hundiendo la marca Cítricos Valencianos a base de completar con género extracomunitario remesas locales, naranjas que nos arrancan de las manos a precios de usura y con tácticas de asustaviejas. Lo más cruel de todo esto es que el descuido de la consellera en la feria de Berlín, quien dijo a un vendedor “tu dí que las naranjas son de Valencia y au”, describe con sórdida precisión tanto las prácticas inmorales de la distribución como la indolencia de los políticos que deberían luchar por nuestra tierra, nuestras marcas y nuestros productores. Demuestra que más que un desliz son fiel reflejo de su pensamiento.
Quienes me hayan seguido hasta aquí sin resoplar de indignación ni abandonarse a la derrota sabrán que se puede y se debe cambiar esta situación. Las armas para recuperar los mercados y la marca Cítricos Valencianos son tres: cumplir la Ley de Cadena con contratos homologados, inspecciones y sanciones; control de producto extracomunitario y promoción de nuestros productos.
Necesitamos un verdadero lobby en Europa, una entidad como Intercitrus, que se active como la interprofesional del sector citrícola del limón y pomelo, que impulse la promoción de la naranja con el desafío de mejorar las ratios de consumo y que apueste decididamente por los contratos como herramienta para garantizar un precio digno para la producción. Necesitamos promoción a nivel europeo de este producto que concentra el 93% del aporte diario de vitamina C, una maravilla nutricional y un manjar que no puede pasar de moda en pleno apogeo del consumo saludable, sostenible y de proximidad.
El naranja puede ser el color del ocaso o del amanecer. Hagamos que esta fruta sea bandera de nuestro orgullo como valencianos y su cultivo sigua siendo fuente de riqueza para nuestra tierra.
José Vicente Andreu
Pte. ASAJA Alicante