La ganadería atraviesa una crisis profunda: en el último año se han perdido cerca de 9.000 animales, y casi el 40% del censo ganadero ha desaparecido en las dos últimas décadas. Altos costes de forrajes y piensos, y una normativa asfixiante amenazan la supervivencia de la profesión. No es sorprende la falta de relevo generacional que sufre el sector, ya que el gran sacrificio que requiere el cuidado de los animales ni siquiera se ve compensado por una rentabilidad digna.
Sin embargo, quizá la mayor amenaza a estas explotaciones es la decreciente popularidad de estas actividades entre los consumidores: la ciencia lleva tiempo advirtiendo de que la producción de carne tiene un mayor impacto ambiental que la de otros alimentos. Sin embargo, estudios recientes desmienten este hecho, abriendo un nuevo escenario para el futuro de la ganadería.
Datos esperanzadores
En este desolador escenario, aparece un rayo de esperanza para el sector cárnico. Recientes estudios de evaluación ambiental, basados en una versión actualizada del Análisis del Ciclo de Vida (ACV), han revelado que el impacto ambiental de los alimentos de origen animal, especialmente aquellos de alta calidad como la carne y los productos lácteos, ha sido sistemáticamente sobreestimado.
Tradicionalmente, el impacto ambiental de los alimentos se ha evaluado con el ACV,en función de su masa producida, sin tener en cuenta su valor nutricional. Esta visión parcial puede inducir a errores, ya que no todos los alimentos aportan lo mismo al cuerpo humano. Para corregir esta distorsión, investigadores han desarrollado un nuevo enfoque: el ACV nutricional, que relaciona el impacto de un alimento con su aporte completo de nutrientes esenciales.
Gracias a este método más preciso, se ha demostrado que la huella ambiental de los alimentos animales de calidad es casi el 50% menor de lo que se estimaba anteriormente. Su contenido elevado en aminoácidos esenciales y otros nutrientes clave hace que se necesite menor cantidad de otros alimentos complementarios, lo que, en términos globales, reduce su impacto ambiental total.
De hecho, los nuevos estudios muestran que satisfacer las necesidades de aminoácidos esenciales a través de alimentos animales requeriría un uso de tierra y emisiones de gases de efecto invernadero muy similares a los alimentos vegetales. Es decir, los productos animales de calidad no producen un impacto significativamente mayor que los vegetales, como hasta ahora se creía.
ASAJA Alicante respalda al ganadero
La organización agraria ASAJA Alicante ha acogido positivamente estos resultados, que confirman lo que desde el sector se venía denunciando desde hace años: la calidad nutricional de la carne y la leche justifica su lugar en la dieta y su valor como producción local sostenible. Además, esta evidencia científica puede contribuir a frenar el discurso simplista que culpabiliza a la ganadería del cambio climático sin matices, y abrir el debate sobre modelos de producción más justos y realistas.
La ganadería alicantina se encuentra en una encrucijada: por un lado, su valor nutricional y su impacto ambiental han sido revalorizados científicamente; por otro, sigue perdiendo músculo productivo y empresarial. Las administraciones y la sociedad deben replantearse si están dispuestas a dejar desaparecer un sector esencial que, más allá de su dimensión económica, garantiza soberanía alimentaria, sostenibilidad y vida rural.