Durante estos últimos dos años, el presidente del Consell nos ha intentado meter por los ojos el “agua para siempre”, lema que le ha valido para encubrir una defensa débil y poco enérgica de los recursos hídricos de nuestro territorio. La estrategia del diálogo y la conciliación que él mismo ha defendido a la hora de luchar por nuestro recurso más preciado ha acabado desmoronándose por su propio peso, azuzada por la intransigencia de una ministra que ni dialoga ni busca el consenso, y que por si fuera poco ha apostado por eso de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad. Así lo confirma su promesa de que el Estado asumirá los gastos de un agua desalada que en realidad no se puede subvencionar más allá de la vigencia del decreto de sequía, porque la Unión Europea lo prohíbe expresamente. Y, porque estarán de acuerdo conmigo, en que una actividad económica nunca debería depender exclusivamente de una subvención.
La semana pasada conocíamos que la estatal Acuamed anunciaba que se triplicaría el precio del agua desalada por metro cúbico, pasando de 0,45 a 1,30 a partir del 1 de enero. ¿Esa es el agua para siempre que nos ha intentado vender el señor Puig? Un agua que los agricultores nunca pedimos, porque no queremos ninguna hipoteca energética ni podemos asumir un coste inviable al que, si le sumamos el desorbitado incremento de los insumos, directamente pasa a ser un imposible. Un agua cuya utilización en exclusiva, como recurso ordinario, puede generar problemas a nivel agronómico y su obtención supone un importe ambiental desproporcionado, porque su dependencia energética es cuatro veces mayor que el agua del trasvase. Un agua que nunca debió plantearse como la solución al déficit hídrico de Levante, que afortunadamente cuenta con una infraestructura histórica como es el trasvase Tajo-Segura, que con sus reglas de explotación actuales -aun sin ser las mejores- permitía el correcto desarrollo de nuestra agricultura. A estas alturas nadie debe dudar de que el propósito de la actual ministra es consumar el fin del acueducto con las consecuentes pérdidas económicas que el aumento de los caudales ecológicos conlleva, 27.000 hectáreas de regadío y alrededor de 6.300 empleos directos únicamente en Alicante. Sin embargo, muchos prefieren mirar de reojo y parecen no alarmarse por este notorio debacle.
Pero no solo eso. El agua del trasvase no solo ayuda a que nuestros campos funcionen con normalidad y las frutas y hortalizas que producimos sean regadas con agua sostenible y de calidad. También contribuye a que nuestro territorio sea competitivo y atractivo en el conjunto del tejido socioeconómico, y más particularmente en sectores como son la industria y el turismo.
Por eso, estoy convencido de que la actual gestión del agua nos ha empujado a un insostenible ambiente de incertidumbre que ya no solo es un problema del campo, sino de todos los alicantinos. El «para siempre» de agua barata y desalada, ese eslogan que apaciguaba la tempestad y nos quería mantener a raya para no entrar en una guerra, solo ha demostrado ser parte de un discurso político vacío, cobarde y políticamente correcto que nos ha dejado expuestos ante las decisiones de una ministra que nos ha empujado a librar batallas que no hubiésemos deseado, en un conflicto en el que nunca quisimos entrar.
Somos conscientes de que se debe trabajar en alternativas sostenibles desde el punto de vista económico y ambiental, como la inversión en obras hidráulicas para almacenar agua de lluvia o la reutilización de aguas de usos turísticos en núcleos como Torrevieja, Santa Pola o Benidorm, que en los meses cálidos concentran un gran número de población donde se dispara el consumo de agua. Pero no nos obliguen a adoptar una falsa solución que intenta desviar el grave problema al que nos enfrentamos.
Por todas las mentiras que intentan confundir a la sociedad y agravan seriamente el estado de salud del sector primario, los trabajadores del campo, regantes, agricultores, empresarios, responsables políticos y sociedad civil alzaremos la voz frente al ministerio para la Transición Ecológica, el mismo que nos ha puesto contra las cuerdas. Pediremos cuentas en Madrid a la responsable de todo este embrollo que nos concierte a todos. Porque el agua para siempre debe ser un agua libre de engaños, de dudas y sobre todas las cosas, un agua accesible para todas las personas que formamos parte de esta sociedad.
José Vicente Andreu, presidente de ASAJA-Alicante