«Nos mandan al destierro». Así de contundente se muestra Rosa Morató, una apicultora de l’Atzúbia, en la Marina Alta, que a duras penas mantiene junto a sus hijos, Álvaro y Rosa, las 1.200 colmenas que tienen. En la Comunidad Valenciana los apicultores deben hacer frente al llamado decreto de la «pinyolà», que prohíbe asentar colmenas a menos de cuatro kilómetros de las plantaciones de cítricos, donde haya mandarinas, durante la época de floración, para evitar la polinización cruzada que produce indeseadas pepitas en las clementinas. Les obliga a irse fuera de la Comunidad, donde la mayoría de fincas son citrícolas.
La Conselleria de Agricultura acaba de renovar esta orden que se remonta a más de 30 años, pese a las esperanzas del sector por su eliminación después de que el actual conseller, José Luis Aguirre, participara, antes de ocupar el cargo, en numerosas manifestaciones en defensa de la apicultura y contra ese decreto. «Ha cedido a las presiones de los grandes exportadores de cítricos y ha firmado la estocada de muerte a la apicultura de la Comunidad», señala el presidente de Asaja Alicante, José Vicente Andreu, organización que ha interpuesto dos demandas contra esta orden autonómica, una está en el Supremo.
Incertidumbre
Unos 700 apicultores de la provincia sufren la incertidumbre que les causa este decreto que les condena al exilio, a marcharse fuera de la Comunidad durante la época de floración del azahar, que es, precisamente, la miel con más valor del mercado. Por ello, el sector reclama su retirada. «¿Dónde vamos a ir? Quieren que cojamos los camiones, metamos las colmenas, y nos marchemos a otros lugares donde aún no hay floración, lo que condena a nuestras abejas», lamenta Rosa Morató.
Además, estos insectos son fundamentales para la polinización de cultivos como el aguacate. «Nos echan de nuestra finca donde, además, tenemos plantaciones de naranjos y de aguacates que no pueden polinizar las abejas, por lo que también se pierde producción, es insostenible», critica.
Nefasto
A este hecho se une el cambio climático, que está siendo nefasto para las abejas, que se han reducido a la mitad en solo cuatro años, unido a la expansión de un ácaro, la varroa, que acaba con los insectos. «El sector está en una situación crítica, venimos de años con mala cosecha por la sequía y el cambio climático y ahora la administración valenciana nos limita la actividad, pese a que confiábamos en que el conseller retiraría el decreto», indica el apicultor y representante de la sectorial apícola de Asaja, Guillermo Rosell. «Si hay menos colmenas, ¿cómo vamos a ser los apicultores responsables de que haya más pepitas que otros años en las mandarinas como dicen los grandes exportadores de cítricos?», se pregunta.
Más de 30 años de decreto
A finales de los años 80 del pasado siglo se empezaron a introducir en las explotaciones citrícolas de la Comunidad variedades híbridas de mandarinas, procedentes de California. Es una variedad que tiene polen fértil y semillas, al contrario que las clementinas locales. Cuando las abejas comenzaron a polinizar y a ir de una variedad híbrida a la clementina, a esta última le salen pepitas (semillas), lo que las devalúa.
Por ello, la Generalitat decidió establecer un decreto para alejar las colmenas de los campos de mandarinas durante la floración y, a cambio, a los apicultores se les ofrecía una compensación económica.
Sin embargo, llegó la crisis en 2010 y el Consell retiró la subvención, pero dejó la orden de alejamiento de las colmenas. «Empujó a miles de apicultores a abandonar su tierra para poder seguir con su actividad», lamenta José Vicente Andreu.
Un decreto que solo se aplica en la Comunidad Valenciana, ni las vecinas regiones de Murcia, Castilla-La Mancha y Cataluña, donde hay una amplia actividad apícola, lo tienen. «Todas las comunidades suben el censo de abejas y aquí baja por lo mal que nos trata la Conselleria de Agricultura», critica Rosell.
Esperanzas truncadas
Con la llegada de Aguirre al frente de la conselleria, el sector confiaba en que pusiera fin a ese decreto de la «pinyolà», que prohíbe a los apicultores mantener colmenas en fincas de cítricos e, incluso, en parcelas anejas, por lo que no les queda más remedio que trasladar las colmenas fuera de territorio valenciano, pese a que frutales como naranjas tardías o aguacates están dejando de ser polinizados. El actual conseller había participado en protestas contra esta orden y su partido, Vox, clamaba que la apicultura estaba herida de muerte. Se llegó a plantear una solución, a priori satisfactoria para todas las partes, la de enmallar las fincas de clementinas para que las abejas solo polinizasen estas sin mezclarse con las de mandarinas híbridas. No se ha materializado.
Y se estaba negociando el fin de la orden para 2026 señalando los lugares donde hay plantación de mandarinas híbridas y, solo esas zonas, que no haya colmenas. Algo a lo que se opusieron los exportadores que quieren seguir plantando en cualquier punto esa fruta que tiene royalties y es más cara. Finalmente, el conseller renovó el decreto el 14 de febrero para desilusión de los apicultores. «El problema no son unas abejas que llevan miles de años aquí, la responsabilidad de las semillas en las clementinas, es de quienes trajeron el polen con los híbridos de mandarinas foráneas», sostiene el presidente de Asaja Alicante.Desde la Conselleria de Agricultura se limitan a señalar a INFORMACIÓN que se han mantenido varias reuniones de trabajo con los principales agentes del sector citrícola y apícola «buscando, en todo momento, el consenso y la cooperación entre dos sectores importantes para la Comunidad Valenciana».
Sobre la mesa, señala el departamento de Aguirre, se han puesto «medidas concretas», que no especifica, para compatibilizar ambas actividades «en un calendario razonable».
La actividad apícola es trashumante, los apicultores se marchan en mayo, cuando en la provincia hace calor, a zonas donde hay floraciones, principalmente a Cuenca y Guadalajara, pero este decreto les deja sin actividad en Alicante hasta ese periodo, perdiendo la floración de los cítricos que dura más de un mes y la apreciada miel de azahar. «Tenemos todo invertido ahí, trabajando de lunes a domingo, que no tenemos vacaciones, y que nos pase esto por trabajar es tremendo, no nos sale ni a dos euros la hora de trabajo y sin poder producir», denuncia la apicultora Rosa Morató.
Miel extranjera
Asaja alerta, además, de que la situación se ha visto agravada por la gran cantidad de miel extranjera que ha entrado a España. De hecho, los últimos datos exportadores de 2022 indican que ese año fue el que más miel se importó de terceros países, principalmente de China.
La gran cantidad de miel extranjera que entró en el país hizo que la cotización de la miel local haya caído en picado y los apicultores encuentran prácticamente imposible cubrir gastos y la rentabilidad se ha desplomado. «Nosotros no podemos competir con los precios de las importaciones de China», lamenta Rosell, quien augura que a la apicultura «le quedan tres o cuatro años de vida porque no podemos competir ni en precios ni en producción».