El pasado sábado 1 de octubre los trabajadores del campo estrenamos calendario; hemos dado comienzo a un nuevo año agrícola a la vez que iniciado otro año hidrológico, muestra inequívoca de la simbiosis, de la unión irrefutable entre la agricultura y la gestión del agua.
La falta de reservas en los embalses de la mayor parte del país, la crisis energética internacional y la ineludible necesidad de garantizar el suministro de alimentos para los ciudadanos, no solo los nacionales, sino todos los europeos, son algunas de las preocupaciones que amenazan el bienestar del año hidrológico entrante, problemas únicamente propiciados por una nefasta gestión política de los recursos hídricos y el negocio hiperentable de las eléctricas, que ordeñan los embalses hasta el último kilovatio.
Hace unos días, la tele alemana nos preguntaba con inquietud cuál era la situación real de nuestros huertos, que han se proveer de alimentos frescos sus hogares durante este invierno. Nos pedían una radiografía de la agricultura mediterránea, de la huerta de Europa, del sector de frutas y hortalizas en fresco que provee de suministros de primera necesidad a toda la población de los Estados comunitarios. Bien, la duda de los germanos no es baladí, sino el simple reflejo de la preocupación de la sociedad ante la gran amenaza que nos acecha a quienes nos ocupamos del sector primario. La agricultura no tenía suficiente con hacer frente a la actual subida de costes y el incumplimiento de la Ley de la Cadena Alimentaria; ahora también tiene que lidiar con una “sequía política impuesta”. Porque no, no es propi hablar de sequía hidrológica. Sería injusto emplear un término inadecuado cuando es sabido que las precipitaciones de este año le han valido a la provincia para zafarse del contexto de sequía que sí se ha producido en otras partes de España.
Este enemigo de reciente creación ha resultado ser mucho más nocivo que el mal estado de los embalses que resuena día tras día en los informativos. Llevamos años denunciando cómo nuestros políticos y gobernantes se atreven a dar la espalda a la agricultura, cómo dejan marcar sus agendas por grupos que profesan un ecologismo mal entendido que nos señala sin escrúpulos como los grandes despilfarradores de agua, cuando lo único que hacemos es aprovechar cada gota para convertirla en los alimentos que todos consumimos.
El lobby ecologista mueve los hilos de un Gobierno que no es más que una marioneta en sus manos. Que no se impone con rotundidad ante las eléctricas, las verdaderas responsables de la mala salud de las reservas, lo que desde ASAJA Alicante denominamos “kilovatios gratis a precio de oro”. Por todo ello, pido a los responsables políticos que dejen de demonizar a la agricultura de aquello que, lejos de esquilmar, cuida como un auténtico tesoro. Y como en este sector nos crecen los enanos, hay que sumar decisiones como las de Teresa Ribera de dejar el trasvase Tajo-Segura exclusivamente para abastecimiento urbano y que los agricultores y regantes paguemos el negocio de la desalación. En la gestión hidrológica, el sentido común brilla por su ausencia.
Con todo este panorama, en los próximos meses se aprobarán los planes hidrológicos de todas las cuencas españolas, y se suscribirán en un contexto mediático de exaltación de los efectos del cambio climático, lo que llevará a la pérdida de la friolera de 1500 hm3 para uso agrícola, por la incorporación de unos caudales ecológicos que nos autoimpone el estado español. Esta merma enfermará de muerte a nuestro sector, abandonándolo a su suerte, reduciendo su capacidad productiva y avivando algunos de los fantasmas que estos últimos años nos persiguen: la despoblación y la mayor dependencia alimentaria de terceros países.
Jose Vicente Andreu, Presidente de ASAJA Alicante