Si existen dos sectores tradicionalmente históricos en la Comunidad Valenciana y que, además, forman parte indisoluble de su cultura, paisaje e idiosincrasia, son la citricultura y la apicultura. Dos actividades ancestrales, destinadas a convivir y entenderse bien, que han sabido hacerlo a la perfección coexistiendo sin mayor problema hasta los años noventa. El equilibrio se rompió entonces con la llegada de la regulación pública, creando un problema que hasta entonces no existía. Esta regulación estableció que un sector perjudicaba a otro por los efectos de la polinización cruzada que la apicultura produce sobre los cítricos, a raíz de la aparición de las mandarinas híbridas.
Debemos decir que la apicultura como ganadería se rige desde hace muchos años por su propia legislación y que es necesaria para la convivencia con el resto de las actividades humanas. Existen distancias a caminos, zonas urbanas, etc, que limitan la actividad apícola y están bien recogidas en la legislación nacional. Esto está muy alejado de la mala regulación que están sufriendo desde hace casi 30 años por parte de las administraciones valencianas que exige año tras año que las abejas sean alejadas totalmente de los cítricos, especialmente de las mandarinas híbridas, que por cierto, no tienen regulación alguna, por lo que es prácticamente imposible ubicar colmenas en la Comunidad Valenciana, siendo la única región del mundo que dificulta la polinización de nuestros ecosistemas y cultivos de primavera, dejando desamparados a los agricultores que las demandan.
Ante los ataques públicos y gratuitos recibidos en las últimas semanas queremos dirigirnos, en primer lugar, a los exportadores representados por el Comité de Gestión de Cítricos, a los que debemos decirles que los apicultores no somos adversarios de los citricultores, que no es aceptable que nos sigan tratando como algo residual, insignificante, y de ínfimo valor económico.
Asimismo, la osadía de la Presidenta del CGC, Inmaculada Sanfeliu, es tal que no solo quiere que el “Acuerdo del Consell que le ponga solución, aparte las colmenas de la zona de producción citrícola”, sino que pide “autorizar los tratamientos insecticidas en época de floración para evitar los efectos (mucho menores) de los otros insectos polinizadores no aportados por el hombre.”
Claro está que el CGC con sus postulados quiere acabar con toda forma de vida que pueda molestar a sus mandarinas híbridas y sus intereses económicos, y todo ello choca ante una sociedad cada vez más concienciada con la preservación del medio ambiente y de la biodiversidad; con una PAC cada vez más verde; con unas exigencias y planes medioambientales europeos tajantes en el nivel ecológico…
Por todo ello, parece que Sanfeliu no se ha enterado de nada. No se ha enterado de que las abejas no son vacas que pastan en un prado, sino pequeños insectos que aportan múltiples beneficios a la humanidad desde hace miles de años. No se ha enterado de que la importancia del sector citrícola no les da derecho a fulminar la producción de miel de azahar y la actividad apícola. Sobre todo, teniendo en cuenta que en los últimos años los gastos del sector apícola sobrepasan los beneficios, muchas veces de forma innecesaria, como es el caso de la trashumancia obligada en el azahar. Por tanto, tienen muy poca legitimidad para exigir una regulación específica que mantenga posiciones de privilegio injustas que lesionan gravemente los intereses de otros sectores.
¿Debe mantenerse libre de semilla la producción de mandarinas? La respuesta es sí. Pero no a costa de sacrificar a un sector tan importante en nuestra cultura como es la apicultura. A mi juicio, la solución pasa por tres medidas: mantener la actividad apícola y la producción de miel de Azahar; producir mandarina sin semilla; y pagar precios que estén por encima de los costes de producción.
Pretender enfrentarnos y fomentar la división es el pretexto para no hacer nada y continuar con la actual e injusta Pinyolà.
Guillermo Rosell
Presidente Sectorial Apícola ASAJA Alicante
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