El agua y la energía siempre están en boca de todos por el gran impacto que tienen en la economía y en la vida de las personas. Muestra de ello es la guerra que se ha desatado en San Miguel de Salinas, donde el Ministerio de Transición Ecológica ha anunciado la instalación desde la AP-7, a la entrada del municipio y en la mejor tierra de riego de la comarca, de una planta solar de 200 hectáreas para abastecer de energía a la desalinizadora de Torrevieja tras su sonada ampliación. La expropiación de campos de limoneros y huertas sería la cara más amarga de esta decisión, que también se llevaría por delante viviendas de primera y segunda residencia. Casi nada.

Como era de esperar, los vecinos no tardaron en agitar las calles con pancartas que rezaban “Comeremos vatios” o “No regaréis con nuestras lágrimas”. ¿Es que nadie se ha preguntado de qué van a vivir esas familias cuyo sustento económico principal es la agricultura? ¿Alguien ha pensado lo que supone que te expulsen de tu casa, de tu pueblo, prácticamente como si fuera un destierro?

A San Miguel “le tocan” de pleno muchas infraestructuras, sin que ninguna ayude de forma sustancial a su desarrollo, de hecho, parte del embalse de la Pedrera recae allí y los canales del trasvase Tajo-Segura le atraviesan, llegando a condicionar el progreso de su casco urbano. Sin embargo, sus campos tienen la dotación de riego más baja de todo el trasvase. Cuanto menos, curioso. Y por contexto, injusto.

Las tuberías y líneas eléctricas de la desaladora de Torrevieja cruzan de este a oeste y de norte a sur todo el término, ocupando espacios protegidos de alto valor ambiental en los que los agricultores tienen muy limitadas las posibilidades de cultivo y expansión. Resulta contradictorio que lo que no se le permite a unos se lo consienta el propio MITECO para conseguir sus objetivos. Es grave y hay que decirlo. Imagínate que te pongan una planta solar en la puerta de tu casa, que te quiten tus tierras de cultivo a cambio de promesas…

En vísperas de las elecciones, Teresa Ribera se comprometió con los vecinos a buscar una alternativa menos dañina para el municipio. Pero, a estas alturas, ¿quién puede creerse algo de esta señora? Lo único que ha llegado por escrito a San Miguel de Salinas desde ese ministerio ha sido un informe en el que le niegan el agua desalada de Torrevieja a su principal comunidad de regantes y conceden tan solo el 10% de lo solicitado a la de Campo Salinas, la segunda de la localidad.

Los sanmigueleros, gente trabajadora a la que nunca nadie ha regalado nada, intentan procesar la situación surrealista que están viviendo. No salen de su asombro y tan solo esperan que esto sea un mal sueño del que pronto despertar. Quieren creer que la propuesta hecha en la sede del Senado por la hasta ahora ministra no acabe siendo solo humo y que el agua que se fabrica con la energía que allí se genera pueda llegar también a sus campos. La desalada de Torrevieja regará la huerta de Murcia y Almería, pero por sorprendente que pueda parecer, a San Miguel de Salinas, “ni agua”.

José Vicente Andreu, presidente de ASAJA Alicante

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